Texto y fotos por Mary J. Andrade
Como todos los años, cuando se acerca la fecha de la celebración del Día de los Muertos en México, puedo casi sentir en mi piel la emoción que por adelantado me embarga ante la posibilidad de volver a participar, como observadora, a la vez que como aprendiz, en los preparativos y rituales que se desarrollan durante la última semana de octubre y primeros días de noviembre.

Veracruz es un estado en el que sus habitantes rinden homenaje a la vida, a través de elaborados altares, cánticos religiosos y visitas al cementerio. Como dice el refrán “para muestra basta un botón” y esa manifestación espiritual única, con una historia de siglos que caracteriza a los mexicanos, tiene lugar en Naolinco de Victoria.
El estado de Veracruz está estratégicamente ubicado. Es una angosta franja de tierra con una diversidad muy grande y setecientos cuarenta y cinco kilómetros de costas bañados por el Golfo de México. Fue en estas costas donde ocurrió el primer encuentro de dos culturas, que con el paso de los siglos se fusionaron creando una identidad única. Las zonas arqueológicas de Zempoala y el Tajín son testimonios del legado de varias civilizaciones que se asentaron en esta parte del territorio veracruzano.

En La Antigua, lugar legendario, ubicado a la orilla del río del mismo nombre, se puede recorrer la historia de los inicios de la conquista española visitando las ruinas de la casa que albergó a Cortés, el Primer Ayuntamiento, la primera Capilla Católica de México llamada la Ermita del Rosario y el árbol de la ceiba, donde Cortés amarró sus naves en 1519. En la Villa Rica de la Vera Cruz, fundada en 1519, la Plaza Principal, el Baluarte de Santiago, la Catedral, los Portales, el Malecón son testimonios del pasado histórico del primer puerto de México y frente a la ciudad se levanta el Fuerte de San Juan de Ulúa donde se pueden recorrer más de 400 años de la historia de México.

Originalmente un islote donde existió un adoratorio totonaca, en el que se rendía culto a Tecatlipozca, el dios de las tinieblas, fue el lugar donde el 24 de julio de 1518 llegó Juan de Grijalva con una tripulación de 240 hombres. Se inicia a partir de esa fecha, la conquista española en lo que es el actual territorio mexicano.
Conocida como la “Atenas Veracruzana”, Xalapa la capital del estado, está ubicada a 106 kilómetros del puerto de Veracruz en un escenario geográfico de montañas, bosques, cascadas y ríos. Esta geografía muestra una variedad de alturas y valles, que ofrecen un paisaje donde la lluvia lo viste de verde y lo cubre de neblina al atardecer y en horas de la noche. Punto de salida hacia Naolinco es precisamente la capital veracruzana.
Naolinco corazón espiritual de Veracruz

Tomando la carretera federal 140, a 30 kilómetros de Xalapa y a 1,540 metros sobre el nivel del mar se encuentra la ciudad de Naolinco de Victoria, sobre las estribaciones de la Sierra de Chiconquiaco, con origen totonaca. Su antiguo nombre fue Tatimolo que significaba “la tierra del pájaro cardenal”. Después de la conquista, Tatimolo cambia de nombre y se le asigna “Naolinco”, ya que en lengua Náhuatl significa “Lugar de los Cuatro Movimientos del sol”, posiblemente en referencia a las cuatro estaciones del año y también como a un probable centro ceremonial de adoración del sol.
En la actualidad es una ciudad muy pintoresca con calles empedradas, casas coloniales con fachadas en colores pasteles y balcones que le dan un toque de nostalgia, creando en el visitante la sensación de estar en otra época. El uso de la madera en el tallado de máscaras para celebrar las fiestas de San Mateo Apóstol con la Danza de Santiagos, es una de las manifestaciones artesanales muy apreciada. La elaboración de zapatos y artículos de piel contribuye al desarrollo económico de la ciudad y de las familias dedicadas por décadas a esta industria.
La Fiesta de los Fieles Difuntos

Es generalizado el concepto de que el mexicano se ríe de la muerte, que juega con ella, que la reta y que se burla como una forma de lidiar con su misterio; sin embargo, lo real es que esta tradición de honrar el alma de sus familiares fallecidos tiene su origen en la época prehispánica, con un simbolismo de dualidad inseparable de la vida y de la muerte. De espíritu hospitalario, los habitantes de Naolinco comparten sus celebraciones con propios y extraños. Los alabados y alabanzas, altares monumentales, exposiciones plásticas alusivas al tema, todo se conjuga de una manera única para hacer de Naolinco una visita imprescindible.
Los que llegan se incorporan al ritual de la Cantada, que tiene lugar la noche del primero de noviembre y que se desarrolla a lo largo de las horas de la madrugada del dos de noviembre. Las familias mantienen las puertas de sus casas abiertas, acogiendo a quienes ofrecen los cánticos de sus oraciones al pie del altar, rindiendo homenaje a la vida de sus seres queridos. Similar a los demás pobladores de la región, los naolinqueños desarrollan un elaborado ritual de hermosos altares y visitas al cementerio, entre el 30 de octubre y el 2 de noviembre. Los elaborados altares, que por sus diseños son obras de arte son el centro de la actividad en el hogar donde las almas llegan a disfrutar del aroma de los alimentos y la imagen de los objetos que en vida les pertenecieron o de los que se elaboran estrictamente para la ocasión.
Preparativos

Las familias se preparan con dos semanas de anticipación confeccionando las flores, cortando el papel de china y reuniendo los ingredientes para los platillos de la ofrenda, sin olvidar la preparación de los vinos de uva, piña, tamarindo y mora que no pueden faltar en la ofrenda. En los restaurantes, también con anticipación, se preparan para agasajar a los visitantes con la gastronomía naolinqueña, basada en recetas muy antiguas. Los estudiantes y adultos se organizan en grupos para ensayar los alabados y alabanzas. Alumnos de diferentes centros educativos son los primeros en cantarlos al pie de los altares monumentales elaborados en los centros culturales.
Altares de Todos Santos o Altares de Vida

Los altares naolinqueños son profundamente cristianos. Se hacen en forma de graderías para colocar en lo más alto las imágenes más veneradas como las de Jesucristo, la Cruz cristiana, la Virgen del Carmen y la foto de los familiares fallecidos. En la construcción de estos altares dedicados a la vida, participa toda la familia con tareas asignadas, consiguiendo de esta forma que cada uno de los que interviene dé lo mejor de sí mismo. El altar se caracteriza por uno o varios arcos de carrizo u otate que se adorna con tepejilote – una planta de ornato, con hojas de tamaño mediano de un color verde intenso –. Repartidas en espacios cortos se añaden al arco ramilletes de la flor de cempasútchil.
También se observa el uso de rectángulos en lugar del arco tradicional, decorado con frutas que penden como naranjas, berenjenas, a la vez que canastitas decoradas con papel de china de diferentes colores; tanto el arco como el rectángulo enmarcan la mesa sobre la que se coloca la ofrenda. La mesa es cubierta con manteles o telas blancas y papel de china picado en diseños originales que se mantienen en todo el arreglo. Se colocan las velas, veladoras y ofrendas de frutas, dulces, elaborados a base de pepita, jamoncillo, guayabates, calabaza amelcochada, camotes en almíbar, etc.
Cuadros de Catrinas

Figuras de catrinas hechas de papel maché es tradicional que adornen la entrada de los centros culturales y restaurantes. Se crean diferentes cuadros con ellas, representando grupos de músicos dando una serenata, o dos parejas sentadas en una mesa al aire libre disfrutando de una taza de café. Por demás está mencionar, que quienes llegan a Naolinco a convivir en esta fiesta, no pierden la oportunidad de tomarse una foto con tan singulares anfitriones.
La Casa de la Cultura “Miguel Mata y Reyes” se viste de gala en la presentación de cuadros con catrinas en actividades alusivas a la vida diaria. Un altar impresionante, por la creatividad artística con que lo elaboran, ocupaba en el 2008 toda una habitación de este centro cultural y como la música es la mejor ofrenda para los recuerdos, la voz de una cantante acompañada del arpa entonaba la música tradicional veracruzana. Día de los Muertos en Naolinco es una fiesta dedicada al recuerdo, a la vez que es una oportunidad para que las expresiones artísticas de sus habitantes sean manifestadas.
Origen de los Alabados y Alabanzas

Posiblemente a partir de 1542, los frailes franciscanos se establecen en el entonces pueblo de Xallapan – hoy Xalapa, la capital del estado de Veracruz – donde construyen el convento de San Francisco, desarrollando desde allí la evangelización de los pueblos aledaños, entre los que se encontraba Naulingo de su Majestad. Los alabados son composiciones religiosas que durante la época de la Colonia eran entonados por los trabajadores del campo a la hora de la “caída del sol”. Las alabanzas con igualmente muy antiguas y su origen es de tipo romance, de ellas emanan los cantos llamados “caminatas” que se entonaban en las procesiones religiosas.
La Cantada

El primero de noviembre, alrededor de las ocho de la noche da inicio “la cantada” que consiste en visitar las casas donde se han elaborado los altares y entonar allí los cantos (alabados y alabanzas), creaciones de los habitantes de Naolinco, que son dedicadas a santos, mártires y a personas relacionadas con la religión. Se inicia cuando los grupos se dirigen al cementerio a cantar frente a la tumba de un pariente la primera “cantada” de la noche, luego los participantes se desplazan de casa en casa entonándolos respetuosamente. Como muestra de agradecimiento los dueños de las viviendas ofrecen una copa de vino de fruta y los platillos preparados para la ocasión. Por las calles se cruzan niños, jóvenes y adultos alternando la visita a las diferentes casas. Es un ir y venir que concluye a tempranas horas de la madrugada, ya que es necesario descansar para continuar al día siguiente con la visita al camposanto.
Visita al cementerio

En vida se ama y en la muerte se recuerda y el dos de noviembre los pobladores de Naolinco se encaminan hacia el cementerio llevando coronas y flores (naturales y artificiales), velas y veladoras que colocan sobre las tumbas, que previamente han sido limpiadas. Familias enteras en las que no faltan los niños desfilan por la puerta principal camino hacia la tumba de sus seres queridos. A mano derecha, ingresando al cementerio se encuentran tumbas y mausoleos de hace más de un siglo, en las que una mano generosa deposita una flor en homenaje a ese personaje anónimo que vivió y contribuyó al desarrollo en Naolinco.
Pequeños mausoleos con ángeles hermosamente tallados, en el centro de pequeñísimas capillas abiertas, forman parte de este legado. En la parte más nueva del camposanto, algunas de las tumbas están elaboradas de tal manera que parecen una pequeña habitación. En algunos casos representan una salita con una mesa hermosamente cubierta con manteles tejidos en crochet, en el centro cuelga una cruz y a sus pies la foto del o la fallecida, en algunos esposos.

Llena de flores de diferentes colores, la “habitación” invita a detenerse para observar cada detalle. El objetivo de los familiares es crear en este espacio pequeño un sentimiento del estilo hogareño, que posiblemente tuvieron en vida aquellas personas. Sólo la pared del fondo está construída completamente de ladrillo y cemento, las laterales y la del frente tienen amplios ventales de vidrio, lo que facilita el poder observar cada detalle creado con amor.
En otra “habitación” dedicada a un deportista permanece su camisa del equipo de béisbol en el que jugaba. Los bloques “habitacionales” pintados en tonos pasteles y colores fuertes, se ven llenos de flores de diferentes colores, creando un conjunto alegre y nostálgico a la vez. No faltan estudiantes de los centros educativos y culturales, convertidos en hermosas parejas de catrines, vestidos a la uzansa del siglo XIX, que se deslizan etereamente por el cementerio. Tanto niños como adultos buscan el momento para tomarse una fotografía con ellos, que seguramente luego guardarán, como un recuerdo de este día en el que la vida y la muerte se viven casi como una misma realidad.
Elementos característicos del altar naolinqueño

•Papel picado que da colorido y alegría de vivir. •Papel amarillo y morado, que en cadenas representan la unión entre la vida y la muerte. •Las flores son la bienvenida para el alma: La flor blanca representa el cielo, la amarilla, la tierra y la flor morada significa luto. • Las velas significan luz y guía en el camino. • Incienso de copal, cuyo humo simboliza el paso de la vida a la muerte. • Calaveras de azúcar. •Los platillos con los que se trata de agradar al difunto, compartiendo los alimentos que le gustaban. • Sal para que el cuerpo no se corrompa. • El agua que da vida y energía para el camino. • Un camino desde la puerta de la entrada hasta el altar, formado con flor ce empasúchitl.
Información es reproducida del Folleto titulado “Naolinco Cuna de Tradiciones”, publicado por el H. Ayuntamiento de Naolinco, la Secretaría de Turismo y la Casa de la Cultura.